Él carga el agua y el peso de una historia que aún no ha sido atendida. Esta imagen fue tomada por el equipo de Fundación Corocoras durante el rodaje del documental Tejiendo la inmortalidad, una producción sobre la vida del pueblo Wamoné, que aún habita sobre el antiguo relleno sanitario de Arauca.
Mientras líderes de más de 110 países se reúnen en Hamburgo para debatir el futuro del planeta, en regiones como Arauca seguimos viviendo una realidad que no alcanza a reflejarse en los grandes escenarios internacionales. La Conferencia de Hamburgo sobre Sostenibilidad, celebrada este 2 y 3 de junio de 2025, busca acelerar la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), a solo cinco años del 2030. Se habla de alianzas, de transformación digital, de inversiones para proteger la biodiversidad, de nuevas arquitecturas financieras globales, incluso de inteligencia artificial responsable. Todo eso suena esperanzador. Pero ¿Qué pasa con los territorios que siguen esperando las condiciones básicas para comenzar a construir su desarrollo?
Arauca es uno de ellos. En pleno corazón de conflicto armado, confinamientos, extorsiones, desempleo, esta tierra rica en agua, fauna, flora y cultura, continúa siendo tratada como un punto lejano en el mapa. La violencia no ha cesado del todo: el conflicto armado sigue latente, las comunidades viven entre confinamientos, extorsiones, secuestros, desempleo, y una ausencia histórica del Estado que se traduce en bajos presupuestos, educación con carencias y una red de servicios públicos frágil. La agricultura es rudimentaria, la ganadería está estancada, el acceso a internet es limitado, y la transición hacia energías limpias apenas si se menciona en los planes regionales. Como si no bastara, el cambio climático golpea con fuerza, desbordando ríos, quebrando sequías, y dejando a comunidades enteras a merced de sus efectos.
Y sin embargo, esta región sostiene en silencio una de las mayores riquezas ambientales del país. Porque aquí, donde muchos no llegan, hay gente que resiste, que cuida y que trabaja por proteger. Desde Fundación Corocoras no solo hemos documentado esta riqueza natural con el rigor de quien investiga, sino con el compromiso de quien la habita y la defiende. Nuestro enfoque de comunicación para el desarrollo ha sido claro: “cuidamos lo que conocemos”, y por eso mostramos lo que otros no ven, visibilizamos no solo para admirar, sino para crear conciencia, para que la belleza sea también una razón para proteger, y no un paisaje condenado al olvido.
Nuestros proyectos combinan investigación, educación ambiental, memoria cultural y participación comunitaria. Trabajamos en escuelas rurales fortaleciendo el conocimiento local sobre biodiversidad; acompañamos a comunidades indígenas para que sus voces se integren en los procesos de conservación; producimos documentales, cuñas radiales, exposiciones y piezas que no solo informan, sino que movilizan. Porque lo que hacemos no es entretenimiento, es un acto de responsabilidad con un territorio que ha hecho mucho con poco, que ha protegido la selva y los humedales sin recursos, que ha sostenido la cultura frente al olvido.
Pero lo que buscamos no es solamente desarrollo en términos técnicos o económicos. Hablamos también de bienestar. Porque el bienestar en Arauca no puede medirse solo en cifras: debe sentirse en la tranquilidad de un niño que va a la escuela sin miedo, en la posibilidad de una madre de acceder a atención médica oportuna, en la confianza de sembrar sin temor al despojo, en la alegría de vivir la cultura sin que sea un lujo ni un acto de resistencia. El bienestar es poder habitar este territorio con dignidad, con alegría y con la certeza de que cuidar la vida también trae vida para quienes la cuidan.
Y sin embargo, nos preocupa profundamente que ese bienestar siga siendo una posibilidad lejana para la mayoría en Arauca. Porque ya es hora de que cuidar la vida y la tierra tenga un retorno justo para quienes habitan en ella. Necesitamos que el mundo mire hacia acá, no como quien lanza una promesa, sino como quien construye alianzas reales. En un momento en que los indicadores globales muestran avances —menos pobreza extrema, más acceso a energía limpia, mayor cobertura escolar— también debe reconocerse que aún hay zonas del planeta que avanzan al margen. Arauca es una de ellas. Aquí todavía hay niños sin acceso pleno a la educación, comunidades indígenas con derechos vulnerados, campesinos que sobreviven sin asistencia técnica, y una riqueza ambiental en riesgo por los monocultivos y la deforestación.
Desde la Fundación Corocoras lo seguimos diciendo con firmeza: estamos en el territorio, conocemos sus desafíos y hemos demostrado que se pueden construir soluciones con pertinencia, con respeto por la cultura y con participación real de la comunidad. Pero necesitamos aliados. Aliados que comprendan que el futuro del planeta también se juega en lugares como este, lejos de las capitales, pero cerca de los ríos, los bosques, y de quienes todavía están dispuestos a cuidar.
En Arauca no estamos esperando con los brazos cruzados. Estamos resistiendo, cuidando, sembrando. Pero no podemos hacerlo solos. El tiempo se acaba y la deuda histórica sigue creciendo. Necesitamos que quienes hoy tienen el poder de actuar no se limiten a escuchar. Arauca necesita inversión, tecnología, oportunidades, pero sobre todo necesita que dejen de ignorarla. Si usted lee esto y tiene cómo sumar, no lo posponga. Hay un lugar que lo necesita. Y Fundación Corocoras está aquí, con los pies en el barro, lista para hacerlo posible.
En Hamburgo se habla del mañana. En Arauca, lo estamos defendiendo hace años. Ayúdennos a sostenerlo.
Tejiendo la inmortalidad
Desde un territorio que alguna vez fue el antiguo basurero de la ciudad de Arauca, hoy clausurado pero aún cargado de desechos bajo tierra, el pueblo Wamoné resiste. Se asentaron allí tras años de desplazamientos, sin tierra ni garantías, enfrentando carencias extremas. Y aun así, conservan su esencia, su cultura y su forma de vida. Subsisten gracias a sus artesanías y al apoyo limitado de algunas entidades. Este documental, producido por la Fundación Corocoras, visibiliza su dignidad, su lucha silenciosa y su profunda relación con la tierra. Lo compartimos no solo para contar, sino para invitar a actuar. Porque ningún pueblo debería ser condenado al olvido.
Mientras el mundo debate el futuro, Arauca sobrevive el presente