La Orinoquía colombiana, con su vasta extensión de llanuras y una biodiversidad rica y singular, siempre ha sido vista como uno de los tesoros naturales del país. Sin embargo, como muchos otros rincones del mundo, este prístino territorio no ha sido ajeno a los devastadores efectos del cambio climático.
De particular preocupación es el impacto que estas alteraciones están teniendo sobre el río Arauca. No es simplemente un cuerpo de agua: el río Arauca es una arteria vital de la Orinoquía, sustentando una miríada de especies y proporcionando medios de vida para las comunidades locales.
Desde la Fundación Corocoras, hemos emprendido una investigación exhaustiva en torno al río. Lo que hemos encontrado es, en partes, alarmante: cambios en los patrones de flujo, pérdida de especies acuáticas y un debilitamiento en la calidad del agua, que sugieren una amenaza creciente para el ecosistema circundante.
Sin embargo, en medio de estos descubrimientos, hay también motivos para el optimismo. La naturaleza de la Orinoquía sigue mostrando una asombrosa capacidad de resistencia, y con intervenciones adecuadas, hay esperanza de revertir algunas de las tendencias más preocupantes.
Desde la Fundación, vemos esta investigación no solo como una tarea científica, sino como un deber moral. El río Arauca y, por extensión, la Orinoquía, son parte del patrimonio colombiano y global. Actuar ahora, de manera decisiva y fundamentada, no es solo una cuestión de preservación ecológica, sino de justicia intergeneracional.
Esperamos que nuestro trabajo arroje luz sobre las áreas más críticas de intervención y sirva como punto de partida para políticas y acciones que aseguren un futuro sostenible para la Orinoquía. Porque, al final del día, no es solo el territorio lo que está en juego, sino nuestra colectiva conciencia y responsabilidad hacia él.
Crisis Climática en la Orinoquía: El Urgente Llamado de un Territorio Vibrante